Ni un día sin sexo. Un hábito saludable
Escrito el 18 mayo, 2017
Por: Sexnambula
Un polvo cada día acerca la alegría.
Dicen que para adoptar un habito, entendámonos, uno saludable ( yo podría transformarme en “gominolacodependiente” en quince minutos), hay que invertir 21 días.
Todos ellos serán una secuencia de acciones o de restricciones. La cuestión es que por repetición, ese hábito se fije en nuestras vidas. Muchas veces algo que era casi una penitencia, deriva en placer.
La bloguera norteamericana Brittany Gibbons, reparó un día en un agujero negro, en su por otro lado, satisfactoria vida. Después de tres partos, su cuerpo había perdido la forma original. En el proceso, habían decaído su autoestima y las relaciones sexuales con su marido. Su cuerpo le parecía un caparazón incomode y antiestético. Su reflejo en el espejo le atosigaba. Dejó de mirarlo y de mostrarlo. Reparó en que ya nunca se desnudaba delante de su marido. Además, las pocas veces que había polvo, y que no le ponía excusas para evitarlo, el “festival”se desarrollaba a oscuras.
Todo muy decente. Hasta aquí, podríamos estar narrando la vida de una señora ( amish) de Ohio.
Pero no. Brittany era consciente del problema, y sobre todo, quería volver a ser feliz. Quería que la falta de amor por ese cuerpecillo blandurrio de formas expansivas, no le jodiera la vida. Ni la sexual, ni la otra.
Su cuerpo le parecía un caparazón incomodo y antiestético. Su reflejo en el espejo le atosigaba. Dejó de mirarlo y de mostrarlo. Reparó en que ya nunca se desnudaba delante de su marido. Además, las pocas veces que había polvo, y que no le ponía excusas para evitarlo, el “festival”se desarrollaba a oscuras.
El camino de la carne. Más sexo, más amor.
Ni 21 días, ni vainas de nueva era, ni espiritualidad blanquecina. Brittany tiró por el camino directo. El único, el autentico. El camino de la carne. Brittany se propuso y retó a su marido. Un año de 365 días sin decirse que no. Ni un día sin sexo.
Aunque confiesa que, hubo días que les apetecía tanto follar, como que les secuestraran “los charlies” y les cocieran en “starlux” en una aldea camboyana; ambos se mantuvieron en su propósito. Con el tiempo el habito se instauró. El sexo pedía más sexo. La cercanía, más intimidad. La relación también mejoro a nivel sentimental. De “lo normal” a lo pasional.
Los beneficios no fueron solo los compartidos. La escritora afirma que la mirada sobre su cuerpo se transformó. Acabo amándose.
El ritmo diario acabo decayendo. Los resultados, sin embargo, se mantienen aún.